Cada uno de nosotros desarrolla una consciencia y forma única de interpretar la realidad, a través de lo que percibe desde sus sentidos, y lo que sus experiencias vividas le enseñan a aceptar como verdad.

La palabra agilidad nos lleva a pensar que se trata de hacer las cosas más rápido. Pero en el contexto de la gestión de proyectos, está lejos de ser un sinónimo de rapidez o velocidad.

Los invito a hacer una distinción sobre Agilidad como un paradigma mental (mindset) o forma de pensar, donde esa estructura de pensamiento está constituida por unos valores y principios específicos, con los cuales se busca generar un contexto de colaboración con el cliente para producir entregas tempranas y continuas de valor, a través de un proceso de reflexión y mejora continua.

Dada la premisa anterior, entender la agilidad como una forma de pensar pasa más por la reflexión sobre el ser como persona y no sobre el hacer de los proyectos. Lo correcto sería afirmar que se es ágil y no que se hace agilidad.

Tal vez las entregas tempranas de valor que tanto se promueven desde la agilidad, dan la sensación de hacer las cosas más “rápido”, pero los tiempos de construcción del producto no necesariamente se reducirán.

Lo que cambia en el desarrollo de un producto desde un enfoque ágil, es el objetivo o foco que se busca alcanzar, donde lo importante no es hacer un producto completo con la máxima calidad, sino hacer entregas tempranas del producto que representen un valor potencial para el cliente.

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