Agilidad no es un fin en sí mismo, es un camino para conseguir algo más.

Ninguna organización se constituye para ser ágil. Su razón de ser es la sostenibilidad, ofreciendo productos o servicios a sus clientes. Nadie se despierta una mañana soñando ser ágil.

¿Para qué un equipo querría ser ágil? ¿Qué busca con esto? Tal vez, ser más felices, más productivos, hacer entregas más tempranas de valor, ser más adaptables al cambio.

Sea cual fuese la motivación para querer ser ágil, lo importante es que sea genuina. Cuando la agilidad se impone o se hace para aparentar, solo se conseguirá agilidad cosmética.

Una de las causas de la agilidad cosmética, está en entender la agilidad como un fin, es decir, imponer herramientas o comportamientos de equipos ágiles porque hay que ser ágiles, sin la consciencia sobre el valor que aporta cada práctica o comportamiento.

Un ejemplo podría ser, hacer daily stand up solo porque hay que hacerlas, o porque lo hacen los equipos ágiles y hay que ser ágil.

Antes de pensar en ser ágil o aplicar prácticas ágiles, deberías tener un propósito, una motivación genuina que justifique hacerlo. ¿Qué esperas obtener de este camino? ¿A dónde quieres llegar?

Si no tienes claro a dónde quieres ir con la agilidad, no tiene sentido intentarlo.

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Una publicación compartida por Andrés Salcedo | Agile Coach (@_andressalcedo)

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