Cada vez se habla más de metodologías, recetas, fórmulas, prácticas ágiles y menos de agilidad porque estamos acostumbrados a buscar soluciones en procesos y manuales. También, porque es lo que se vende más fácil.
Es complejo navegar entre la incertidumbre y lo más cómodo siempre es imitar lo que le funciona al vecino, o lo que otro nos dice que debemos hacer, sin importar si es realmente lo que necesitamos.
Ante esta situación, Alistair Cockburn -uno de los 17 firmantes del manifiesto ágil- creó una propuesta que busca simplificar la agilidad a su esencia. A esta la llamó: el corazón de la agilidad.
Tal es la simplicidad, que se resume en 4 palabras. Colaboración, Entrega, Reflexión y Mejora.
Colaborar: Tus resultados dependen de la calidad de tus relaciones. Colaborar es ofrecer y pedir ayuda.
Entregar: Construir entregas tempranas y frecuentes de valor.
Reflexionar: Detenerse y pensar sobre lo qué está sucediendo y cómo estamos haciendo las cosas.
Mejorar: Ejecutar las acciones necesarias para mejorar la dirección de nuestras ideas.
Ante la infoxicación de técnicas ágiles, el corazón de la agilidad consiste solo de cuatro palabras que pretenden traer de vuelta la esencia de la agilidad, haciéndola simple de nuevo. El camino hacia la agilidad pasa por estos valores y no tanto por las herramientas.
“La Agilidad se ha vuelto excesivamente decorada. Rasguemos las decoraciones por un minuto, y retornemos al centro de la agilidad.”
Alistair Cockburn
Agilidad no tiene porque ser algo tan complicado, solo tienes que aprender su esencia.
